miércoles, 19 de julio de 2017

Lykke Li | I Never Learn

Escrito para Revista Metrónomo

Tres años atrás Lykke Li daba por segunda vez una muestra de su propuesta llena de matices que la llevaban por los límites de diversos géneros, era difícil definirla pero fácil escucharla: Wounded Rhymes (2011) fue un disco excepcional de tonos oscuros que contrastaban con esa forma de interpretar dulce y cadenciosa, seguramente la característica más significativa de Li; una voz infantil saltaba entre composiciones enriquecidas por percusiones, pianos, sintetizadores y algún detalle esporádico.

Ahora, en el 2014, con 28 años, un camino recorrido con pasos certeros, colaboraciones importantes y un sello discográfico propio, Lykke Li desnuda el alma y le cuenta a todo el mundo que está triste. I Never Learn, su tercera producción discográfica, es la confesión más sentida de dolor, desamor y evolución que se pueda escuchar en mucho tiempo. En esta pieza, con nueve temas cuidadosamente creados, la cantante se propone dejar atrás lo que fue y como fue. Su voz es diferente y su intención es otra.

la instrumentación llega a ser tan impetuosa que al contrario de convertirse en una introspección o reflexión, se vuelca al exterior como catarsis de un sufrimiento.

Es así como ya no busca reproducir las canciones de alguien más, usando una figura aniñada que llame la atención como una cantante extravagante, sino convertirse en la creadora de fragmentos sonoros sinceros, una cantautora a la altura y madura. Por eso, este álbum no solo contiene letras crudas que transmiten estados de ánimo desesperados, asimismo la instrumentación llega a ser tan impetuosa que al contrario de convertirse en una introspección o reflexión, se vuelca al exterior como catarsis de un sufrimiento.

Hasta aquí pareciera un disco triste de pañuelo y lágrimas, y bueno, si lee los títulos de las canciones que lo componen: “I Never Learn”, “Gunshot”, “Never Gonna love Again” o “Heart Of Steel”, pensaría en escucharlo dos veces o pasar de él. Sin embargo, vale la pena tomarse el tiempo de digerir baladas tan poderosas como “No Rest for the Wicked” y “Silver Line”, con unos juegos vocales hermosos y cargados de complicidad. Y sin duda, “Sleeping Alone” con una guitarra tenue que sobresale momentáneamente de manera brillante.

Actualmente, y hecho público el álbum ha sido comparado con el premiadísimo y reconocido 21 de Adele, lanzado en el 2011, tal vez por lo íntimo y visceral, dejando claro que son en los momentos de flaqueza donde se puede llegar al estado más creativo. Pasar por un desafecto le ha dado a Lykke Li la oportunidad de explotar todo su material y exponerlo en un renacimiento como estrella, que según dice ella misma, la definirá de ahora en adelante. 

En cierto modo renacer la ha alejado de su pasado. Los cambios son valiosos porque aseguran corregir falencias y emprender nuevos reto. El resultado en esta ocasión la ha convertido en alguien más, su apuesta de aquí en adelante muy bien lograda. A primera escucha difícilmente reconocerá de quien se trata, en mi caso me acercó a Nelly Furtado y el arte del disco me llevo hasta Lady Gaga, igualitas. Dos referentes no tan consecuentes con su propósito; aunque no significa nada y pueden ser simples coincidencias o depronto soy yo invadida de tanto pop.R

No hay comentarios.:

Publicar un comentario