martes, 25 de julio de 2017

Lana Del Rey | Ultraviolence

Escrito para REVISTA METRÓNOMO

Lana del Rey se unió recientemente a Dan Auerbach, mitad de The Black Keys, para crear su tercer álbum de estudio, Ultraviolence. Un compilado de 11 canciones, 51 minutos, en los que como siempre, Del Rey presenta la distancia que hay entre ella y sus contemporáneas estrellas del pop. Las fórmulas repetitivas, encontrarse en lugares comunes rítmica o compositivamente e influir de manera masiva, aunque la conocimos por una sobre exposición mediática abrumadora hace ya unos años, no son a simple vista las intenciones de la neoyorquina.

Por el contrario, si son: demostrarse dramática, oscura, compleja y hasta incomprendida dentro de un coctel sonoro tan llamativo que nunca pasa desapercibido, ya sea para bien o para mal. Y es que las críticas y alabanzas son constantes e imparables: su voz no convence, su figura casi irreal genera confusiones, el poco carisma que revela en público y la fatalidad de que detrás de ella exista una gran maquinaria que le deja poco por hacer a si misma, son sus mayores desaciertos. Para contrarrestar, esta mujer marca la diferencia; tiene una estética maravillosa; el misticismo que aún la rodea genera curiosidad y su sensualidad atrae incluso al más desprevenido. 

un coctel sonoro tan llamativo que nunca pasa desapercibido, ya sea para bien o para mal.

Con todo esto, aquí está de nuevo con un material consecutivo pero no similar a su pasado. Esta vez Auerbach le imprime detalles del rock and roll más puro para engrandecer la obra, caminando por una senda más orquestal y menos producida. Hay que ver si le funciona.

Hasta el corte número cinco, el álbum es recursivo, las guitarras que aparecen en temas como “Cruel World” y “Shades Of Cool” se engranan con los juegos vocales que logran amplificar la voz y esa manera de articular cada palabra; el instrumento es llamativo y poderoso, no obstante y con razón, se queda atrás de la interpretación vocal que consigue inesperadamente notas muy altas. Mientras tanto, las cuerdas se vuelven protagonistas en “Brooklyn Baby”, “West Coast” y “Money Power Glory” que ya hace parte de la otra mitad del compilado, sin duda las piezas más completas del disco.

De ahí en adelante, la lista de canciones parece repetirse con una que otra sorpresa. Por ejemplo, “Pretty When You Cry” y “Fucked My Way Up To The Top” son desgarradoras interpretaciones en donde la voz usual se desdibuja. Está bien, puede ser positivo porque cambia la dinámica, pero emocionalmente, al menos para mí, chocan. Por ahí, en “Pretty When You Cry”, nuevamente aparece la guitarra, esta vez en competencia directa con la voz y de forma brillante le gana, podría ser un impresionante solo sin la alharaca, en buen plan, de Del Rey opacándola.

Finalmente, con toda la onda cinematográfica y un estilo muy retro Lana del Rey cierra con “The Other Woman”, una canción que le pone unos 30 años encima y que no sé por qué me recuerda a Edith Piaf, será el forzado intento por sonar muy teatral, sentimental y oscura, que la evidencian ridículamente.

De esta forma, me lleno de incertidumbres de si en mi basta ignorancia, estaré juzgando mal un disco que tiene dentro de su producción a un músico con una banda representativa y bien referenciada en los últimos años de la música, que a gusto personal está en los primeros lugares o si claramente, estoy comprendiendo el fenómeno que Lana del Rey es: todavía un fracaso musical.

No me quedaron ganas de volver a escucharla y todas sus influencias traídas de los cabellos: hipsters, años 50 o los 60?, Nueva York, film noir, James Bond, Eminem y hasta Britney Spears, me asustan pero sustentan cada uno de sus temas.R

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